El mortal inmortal
El Mortal Inmortal pertenece a la tradición gótica, y es reconocible la atmósfera y los topos que dominaron esta corriente literaria, de moda desde fines del siglo XVIII hasta mediados del XIX.
Este es un relato de terror en el que Shelley advierte que la ambición de una vida eterna puede convertirse en la peor de las maldiciones, una posibilidad más horrible que los demonios y los monstruos que habitan las pesadillas.
Resumen
El 16 de julio de 1833 es un día especial para Winzy, el narrador y protagonista de esta historia, porque cumple trescientos veintitrés años. Es cuando decide contar su historia.
Discípulo de Cornelius Agrippa, un famoso alquimista sobre el que pesa una macabra leyenda, decide volver a trabajar para él, a cambio de conseguir dinero y poder casarse con la mujer que ama. Pero un día Winzy la ve acompañada de un joven rico y apuesto y estalla de celos. Decide tomar el elixir que estaba preparando su maestro, convencido de que se trata de un filtro para curar el amor. Pasa el tiempo y Winzy se siente feliz. No sólo ha logrado el amor de su amada, sino también que su temperamento haya cambiado, volviéndose alegre y radiante.
Así pasan varios años hasta que Winzy es llamado por su maestro, quien antes de morir le revela la verdadera finalidad del experimento que había vivido: el elixir de la inmortalidad.
La obra es un viaje a la soledad, al aislamiento, una expedición a la que ningún mortal pueda sobrevivir.
Paradoja
El mortal inmortal sugiere una contradicción lógica a una situación que infringe el sentido común.
Winzy no obtiene el supuesto don de la inmortalidad como una gracia divina (si fuera así estaríamos en el terreno de “lo maravilloso”) sino como resultado de un experimento químico que es preparado por un “filósofo alquimista”. Alguien capaz de conocer ciertos secretos considerados demoníacos, de quien se puede sospechar que ha hecho un pacto satánico.
La pócima es fruto de la ciencia, es un producto de lo humano, la inmortalidad (su posible maldición), es resultado del hombre, y su ambición por torcer las leyes de la naturaleza.
El hombre, al tratar de torcer su destino, por vanidad o codicia, se fabrica su propio infierno. En este relato, el protagonista, ve envejecer a su amada, huye de un lado a otro para evitar que los demás lo acusen de brujo, sufre la imposibilidad de hacer nuevos amigos y anhela la muerte. La vida eterna puede ser la peor de las maldiciones, una posibilidad más horripilante que visiones de demonios y monstruos.
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