Publicado en 1891 por el diario New York Herald.
Keawe, nativo de Hawái, se embarca en un buque que se dirige a San Francisco, al llegar se impacta al ver una hermosa casa, cuyo dueño, un anciano triste y solitario le enseña su mansión. En la mansión se encontraba una botella de vidrio blanco en cuyo interior se pueden ver un diablillo y los colores cambiantes del arco iris. El diablillo puede conceder cualquier deseo, excepto alargar la vida. Pero poseer la botella tiene sus consecuencias: si el dueño de la botella muere sin haberla vendido antes se abrasará en las llamas del infierno.
El primer propietario de la botella fue nada menos que el Preste Juan; también la poseyeron Napoleón Bonaparte y el capitán Cook.
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